domingo, 23 de noviembre de 2008

DOS RELATOS BREVES

AMIGOS

Luisa y yo vivíamos en una pequeña habitación. Todos los días desayunábamos juntos, salíamos a pasear y hablábamos con la gente que nos encontrábamos en el parque. Era muy cariñosa conmigo y aunque decía que no tenía dinero, de vez en cuando me compraba un filete de carne fresca y tierna en la carnicería de al lado, -Esto te hará aún más humano - me decía, y se empezaba a reír a carcajadas, Yo no entendía muy bien lo que quería decir, pero si ella estaba contenta, yo era feliz.

Por las noches, Luisa sacaba una botella del armarito, decía que era un jarabe para poder dormir y para que la tos no la despertara, y bebía despacio. Esa hora era la que más me gustaba, porque me contaba cosas de su familia, de sus hijos, de un hombre que la volvió loca, del amor y de la vida. Y yo también le contaba cosas mías, y hablábamos y hablábamos hasta que se quedaba tan profundamente dormida que la botella se le caía de las manos y rodaba por el suelo hasta donde yo estaba. Por la mañana le costaba mucho despertarse y siempre estaba enfadada, pero no conmigo, sino con el mundo, decía.

Luisa y yo éramos una familia, nos teníamos el uno al otro y nos hacíamos compañía. Luisa creía en los milagros y pensaba que, si deseabas con fuerza una cosa, al final sucedía. Yo también empecé a creer en su teoría y así pasábamos los días deseando cosas y esperando a que el milagro se produjera.

Una mañana fría de invierno, Luisa no se despertó. Me tumbé a su lado y puse mi cabeza encima de ella para que me viera enseguida, cuando abriera los ojos, esta vez había bebido más jarabe que de costumbre, nos habíamos pasado casi toda la noche de conversación, y seguro que estaría de peor humor que nunca ......

[ El relato completo "Amigos" en la sección Ruedo Literario de la revista SIRINGA ]


COMO PEZ EN EL AGUA

Acababa de mudarse a la casa de al lado. Yo le observaba a través de la ventana de mi cuarto, desplazando tímidamente las cortinas para que no me viera.

Era un hombre bastante extraño y los enseres que bajaban del camión de mudanzas, parecían sacados de un viejo desván. No había camas, ni sillas normales, ningún armario o cómoda. En cambio, un sinfín de cachivaches componía el ajuar de aquel hombre recién llegado al vecindario.

Era el comentario de todos los vecinos, pero al cabo de unos días, nuestra curiosidad se vio satisfecha cuando apareció por la calle principal en su furgoneta de colorines, anunciando a bombo y platillo, el espectáculo que nos invitaba a presenciar: “El primer viaje en patín-anfibio”.

¡Qué asombroso¡ pensé, así que fui enseguida a casa, cogí dinero y corrí como un relámpago a comprar mi entrada.

El experimento tendría lugar en la playa, al atardecer. Era necesario que subiera la marea para poder llevarlo a cabo.

Llegada la hora del acontecimiento, la gente se fue acercando al lugar indicado. La tarde era cálida y el mar estaba tranquilo, así que nada podía fallar. Una música pegadiza inundaba el ambiente, dándole aires de festival.

Hugo, que así se llamaba el hombre-inventor, había traído una gran caja y, muy ceremonioso, empezó a sacar de ella, un patín de madera barnizada, una hélice, una especie de aletas, una escafandra, un traje de neopreno, cuerdas, tablas, globos y mil artilugios más que nos mantenían en constante atención.
Con destreza empezó a ensamblar las piezas hasta que el extraño artefacto estuvo listo.

Luego, con mucha solemnidad, dijo:

-Ahora sólo queda esperar a que suba la marea. Mientras tanto pediré un voluntario para ser el primer pasajero de mi patín-anfibio ........

[ Relato completo "Como pez en el agua" en la sección Ruedo Literario de la revista SIRINGA ]


Blanca Valls. Amiga de Siringa.